enero 14, 2012

De Paraísos Privados

           Ella adora volar. Cierra los ojos, extiende los brazos y  entonces siente cómo el aire sopla con energía, elevando su cuerpo lentamente, meciéndolo con suavidad, agitando su largo cabello negro. Un aire puro y delicado que huele a sal y a yodo. Un aire con perfume de mar, de sol, de paz infinita, de tardes de domingo de verano.
Cuando percibe cómo las puntas de sus dedos comienzan a empaparse de la esponjosa humedad de las nubes, decide que se haya lo suficientemente alto. Desde allí, desde su lugar privilegiado entre nubes, los problemas se ven muy distintos. Mucho más pequeños y por supuesto insignificantes. Desde allí todo, absolutamente todo, adquiere una perspectiva muy diferente.
Y las gaviotas, esas curiosas irremediables, acuden a su lado, ansiosas por jugar a hacer malabares con ellos, con los problemas. Que convertidos en pequeñas bolitas negras de polvo oscuro son lanzados arriba y abajo por sus habilidosos picos anaranjados. E incluso puede que alguna tenga a bien transportarlos hasta la delicada línea del horizonte que separa ambos mundos, el terrestre y el celestial, dejándolos caer para perderlos al fin en la inmensidad del mar bajo sus pies.
Porque cuando ella cierra los ojos y vuela, es libre, completamente libre. Lejos de la escasez, del frío, del hambre y las discusiones y peleas. Cuando ella vuela tan sólo existen el mar, el aire y las traviesas gaviotas.

Disfrutad del fin de semana, Mordiscos afectusoso para tod@s.

2 comentarios:

  1. Eso es lo mejor, cuando ya estas agobiado de todo, cerrar los ojos y volar en nuestra inmensa imaginación, olvidandonos de todas las preocupaciones, de todo mal e incluso de tu propio nombre.
    Te deseo también un fantástico fin de semana. :)

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  2. Si aprendemos a encontrar ese pequeño rincón interior es el único lugar que nada ni nadie podrá arrebatarnos nunca ;).

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